Monte Sinai y Monasterio Santa Catalina

Sigo extasiada en el Monte Sinaí, deseando renovar mis recuerdos. Desde abajo casi podíamos tocarlo. Por un momento pensé que la subida iba a ser poca cosa para una deportista como yo. Las apariencias engañan y el ascenso fue de infarto. A las cuatro de la madrugada era aún noche cerrada, apenas se veía el camino y no podíamos ni imaginar lo que nos esperaba cuando linternas en mano nos dispusimos a iniciar alegremente nuestra andadura por la estrecha y agrestre senda que nos conduciría a cima del Monte Sinaí.
Fueron 2 horas agotadoras con los camellos (camelas) pisándonos los talones y la sospecha de que alguno te podía morder el trasero o pisarte en cualquier momento. De vez en cuando deseaba sentarme y no seguir porque me faltaban las fuerzas, pero conseguí al fin ver el pórtico que anunciaba la ansiada meta. Habíamos llegado.
A pesar de todo cómo me gustaría volver a repetir esa única experiencia......

Mientras esperábamos el amanecer el ambiente sagrado se contagiaba por los poros, los cánticos de los creyentes se fundían a pesar de los diversos idiomas y religiones en una misma fe. Solo caímos en la cuenta de la majestuosidad del Jebel Musa cuando se hizo de día y más aún cuando iniciamos el descenso hacia el Monasterio Santa Catalina que aguardaba nuestra visita desde hacía siglos.

El Monasterio está construido donde la tradición supone que Moisés vio la "zarza que ardía sin consumirse". Se trata de uno de los monasterios más antiguos que continúan habitados. (Fue construido entre los años 527 y 565) También se le conoce con el nombre de Monasterio de la zarza ardiente. En 2002 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO